En alguna ocasión me pregunté si la Creatividad era potestad de los genios o inventores, de los ilustrados y los eruditos, rápidamente me respondí, que en la vida cotidiana acontecían infinidad de hechos creativos que no necesariamente estaban ligados a la genialidad, a la resolución de problemas, o relacionados directamente con el paso por grandes centros especializados del conocimiento.
Recordé, como algunas personas con limitaciones significativas de distinto orden, alcanzaban obras de gran valía y novedad, ...cómo los niños descubrían conocimiento con sus juegos e indagaciones por la vida, también recordé una tribu vernácula del Noreste de Ecuador, que con una tecnología original aún no descubierta, reducían cabezas, tarea con un conocimiento especialmente divergente. Encontré en el reporte de diferentes investigaciones que las personas, aún aquellas con grandes desventajas, conseguían frutos creativos gracias a una decidida motivación, preparación y arrojo que incentivaba su sensibilidad, recursividad, fluidez y originalidad, y que los hacía especialmente divergentes, recursivos y resolutores.
Comprendí entonces que una persona normal, con educación, acceso a la información, y uso de sus facultades, podría ser con mayor razón creativa y que con mayor facilidad de recursos podría expresarse o enfrentarse a retos, pero que además de requerir conocimientos, necesitaba elevar a conciencia estas potencialidades, para fortalecerlas y desarrollarlas। Me convencí, que la Creatividad es de todos y todos tenemos que emprenderla y el mejor medio para ello es la educación y la comunicación; puesto que el significado de educar es crear, el de educador es formar creadores y el de la comunciación ser mejores. Igualmente me percaté que en este campo existían comunidades académicas consolidadas y que a través de la comunicación podía acceder a este valioso legado para proyectarlo y diseminar así, el pensamiento y el espíritu crativo.
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